Frase de la semana

Frase de la semana:
“En este mundo traidor

nada es verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira”
Ramón de Campoamor.

martes, 3 de mayo de 2011

Inteligencia emocional


Las relaciones humanas -tanto personales como laborales- están marcadas por las emociones y un manejo adecuado de ellas facilita la convivencia. En este sentido, las manifestaciones impulsivas o exageradas pueden resultar un problema, ya que suelen generar rechazo y conflicto.

Las emociones son activadas por nuestros pensamientos, más precisamente por la forma como interpretamos los sucesos cotidianos. Este proceso de valoración, positivo o negativo, de los hechos que vivimos o presenciamos es el verdadero motor de nuestras acciones.


Pero el factor más importante a tomar en cuenta es el hecho de que muchas de nuestras percepciones se generan automáticamente (inconscientemente) por lo que podemos reaccionar de una forma negativa sin darnos cuenta, y desencadenar consecuencias indeseables.

Daniel Goleman, en su libro La práctica de la inteligencia emocional, explica de dónde provienen nuestras reacciones instintivas:

“La amígdala es el banco de la memoria emocional del cerebro, el lugar en el que se almacenan todas nuestras experiencias de éxito, fracaso, esperanza, temor, indignación y frustración, actuando a modo de un centinela que supervisa toda la información que recibimos —es decir, todo lo que vemos y oímos, por ejemplo, instante tras instante— para valorar las amenazas y las oportunidades que van presentándose, cotejando lo que está ocurriendo con las pautas almacenadas de nuestras experiencias pasadas”.

Cuando tenemos una reacción inmediata ante un estímulo, Goleman asegura que somos víctimas de un “secuestro amigdalar”; es decir, que nuestra amígdala toma el control y dirige por un momento nuestras acciones, en vez de hacerlo nuestro cerebro, que sí tiene la capacidad de sopesar variables e interpretar más adecuadamente cada situación.

A la capacidad de neutralizar estas respuestas automáticas, frecuentemente agresivas o defensivas, y permitir al razonamiento lógico generar soluciones más satisfactorias se suele llamar inteligencia emocional.

Es más, cuando en el libro se aborda esta capacidad de control de las propias emociones se define como autorregulación emocional y plantea que “no sólo tiene que ver con la capacidad de disminuir el estrés o sofocar los impulsos, sino que también implica la capacidad de provocarse deliberadamente una emoción, aunque ésta sea desagradable”.

Actualmente, esta capacidad es tan importante como el conocimiento específico que debe tener un empleado para desarrollar sus tareas. El trabajo en equipo y mantener comunicación con muchas personas diariamente requieren de altas dosis de tolerancia, empatía o entusiasmo, entre otras emociones.

Poseer o no una habilidad semejante podría significar el surgimiento de una nueva brecha: la brecha emocional, que sumada a tantas otras ahondaría el espacio existentes entre quienes tienen las habilidades y el acceso a las oportunidades de crecimiento, y quienes no.

FLC

Quino




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