Durante siglos, la obra cumbre de Nicolás Maquiavelo, El príncipe, ha inspirado a políticos, estrategas y hasta administradores y vendedores. Personalmente, considero que este tratado que habla sobre el poder -su conquista y conservación- ya es obsoleto.
En primer lugar, porque nunca he creído que “el fin justifica los medios”. Si cualquier acción es pertinente para alcanzar la meta, entonces pierdo de vista que la meta forma parte del camino, y de mí, y cuando la establezco, los métodos utilizados son inherentes a la meta, ya que su obtención es el resultado de un proceso.
Si mi fin es lograr justicia, o equidad, que sentido tendría intentar alcanzarla por medios injustos, inequitativos o deshonestos. En ese instante ya no alcancé la meta y anulé toda posibilidad de alcanzarla.
En segundo lugar, actualmente se han descubierto las enormes ventajas de entablar relaciones incluyentes, del trabajo en cooperación, en vez de los antiguos lazos competitivos y excluyentes. Sin duda la participación y la integración son más productivas y duraderas que la dominación y el sometimiento.
Florencia L. Caliendo
Quino