La importancia de la información -su generación, circulación y consumo- no es un concepto nuevo; varios autores, desde la teoría o la literatura, anunciaron el advenimiento de una era regida por el conocimiento en su acepción más amplia.
En 1979, Jean-Francois Lyotard afirmaba en su libro La Condición Posmoderna que, al igual que los hombres habían luchado por conquistar territorios en el pasado, y se afanaron después por el poseer el control sobre la disponibilidad de materias primas, tecnología industrial y mano de obra barata, en el futuro se disputarían el dominio de la información.
Pero hace más de 50 años, George Orwell ya hacía mención del poder de la información en su visión del futuro en 1984, cuando su personaje principal –Winston Smith- cumple con su trabajo cotidiano, en el Ministerio de la Verdad, manipulando o destruyendo documentos históricos con el objeto de que éstos concuerden con la versión oficial de ese momento. El afán de controlar la información llegaba hasta el punto de mandar a reimprimir periódicos viejos con los cambios convenientes a la situación actual.
Entonces, si la información ha ganado un alto valor de uso y de cambio en estos tiempos, se puede deducir que quienes carezcan de recursos económicos no tendrán acceso a ella y a ninguno de los beneficios que su consumo conlleva.
Es así, como el acceso a internet y a otras tecnologías que permiten el intercambio de información a distancia y en forma inmediata, no es más que la punta de un iceberg llamado DESIGUALDAD SOCIAL, que se compone de carencias educativas y sanitarias, discriminación étnica, etaria y de género y, en términos generales, de la poco equitativa distribución de la riqueza –tanto a nivel mundial como local.
Sin duda, nos encontramos ante una situación compleja que no puede analizarse en forma de dicotomía (“ellos y nosotros”, “los que tienen y los que no tienen”), porque esta reunión de variables establece una situación multidimensional, con diferentes combinaciones que aportan resultados reveladores, como que las culturas orientales suelen privilegiar el consumo de tecnología debido a la alta valoración cultural que tiene el recibir una buena educación. Componentes culturales como éste son los que complejizan el estudio y la generación de una solución democratizadora.
Por otra parte, de todos los componentes que intervienen en el acceso a la información, el más importante parece ser la educación, ya que sirve de detonador en varios planos; es decir, la educación –y me refiero particularmente a la pública- puede acortar las distancias entre aquellos con un alto ingreso (que pueden proveerse de lo que necesitan para participar en el ciberespacio) y aquellos con ingresos medios y bajos –con menos posibilidades.
Así, la educación pública es la que pone al alcance la herramienta, pero también la instrucción necesaria para operarla. Pero con “operación” no me refiero sólo a saber qué botón apretar, sino a la capacidad cognitiva y al bagaje simbólico necesario para realizar las lecturas e interpretaciones pertinentes.
No basta con conocer el procedimiento, es necesario conocer el código, el lenguaje con que se transmite e intercambia la información, para poder usarla adecuadamente y aprovechar todo su potencial.
Florencia Caliendo
Muy buen post, totalmente de acuerdo.
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