La única diferencia entre la capacidad
de percepción de un adulto y la de un recién nacido es que el primero ya sabe
discriminar entre toda la información recibida sensorialmente y clasificarla.
Dicha posibilidad existe gracias al proceso de aprendizaje que vivió el
individuo, y que adiestró sus capacidades innatas para tal fin.
Ese entrenamiento consiste en
“identificar o diferenciar los rasgos del campo visual, lo que constituye más
una operación intelectual que estrictamente sensorial”[1].
Pero algo esencial es que este proceso de discriminación conlleva otro fenómeno
mental que es la permanencia del objeto;
esto es, la certeza de que el objeto en cuestión no deja de existir cuando se
encuentra fuera del campo perceptual. Esta evolución sensorio-motriz es vital
para la aparición de otro fenómeno más complejo: la representación.
En un inicio, la representación se
realiza como imitación diferida, que
es una reproducción mental del objeto que no es percibido en ese momento y que
ha permanecido fuera de exposición por un período relativamente prolongado.
Pero dicho proceso implica la internalización de un significado específico que
acompaña al objeto, individuo o conducta percibida.
Por ello es posible entender la
representación como:
“La imagen mental o
recuerdo-imagen, es decir, la evocación simbólica de realidades ausentes. Esta
[…] constituye prerrequisito para la reproducción física del modelo o símbolo
evocado, reproducción que puede ser oral, gestual, escrita, gráfica, etcétera.”[2]
Algunos de los principios más
importantes que actualmente se utilizan para la definición y comprensión del
funcionamiento de la percepción fueron aportados -entre otro- por el movimiento Gestalt, que
surgió en Alemania a principios del siglo XX.
La aportación esencial de esta
psicología fue considerar a la percepción como “el proceso inicial de la
actividad mental y no un derivado cerebral de estados sensoriales […] (sino)
como un estado subjetivo, a través del cual se realiza una abstracción del
mundo externo o de hechos relevantes”[3].
La operación de aprehender el entorno
es un proceso de atención, selección y recorte de elementos significativos para
el sujeto. Es decir, los sentidos no captan de manera indiscriminada todos los
estímulos circundantes, sólo perciben aquello que resulta relevante para la
persona. Así, los individuos separan y rescatan la información que les es
posible agrupar o relacionar de alguna manera con otros elementos conocidos, ya
apropiados.
Entonces, se puede decir que las
representaciones mentales son imágenes internas de todo aquello que cada
individuo conoce de su entorno, la información que recoge y procesa del mismo.
Oviedo explica el fenómeno fisio-psicológico de la siguiente manera:
“La percepción, según la Gestalt, no lleva a cabo el
proceso que sigue un científico cuando estudia un fenómeno de su interés, el de
encontrar átomos y después integrarlos progresivamente, sino que tiende de la
manera más directa e inmediata a atribuirle cualidades que definan el objeto y
permitan establecer con claridad su naturaleza y composición”[4].
[1] Cfr.
Guber, Roman. La Mirada opulenta. Exploración de la iconosfera contemporánea.
Ed. Gustavo Gili, 3ra edición. 1994. España. Pág. 17
[2] Op. Cit.
Pág. 18
[3] Oviedo, Gilberto L. Ladefinición del concepto de percepción en psicología con base en la teoríaGestalt. Revista de estudios Sociales, nº 18, agosto de 2004. Pág. 89
[4] Op. Cit.
Pág. 91