Frase de la semana

Frase de la semana:
“En este mundo traidor

nada es verdad ni mentira
todo es según el color
del cristal con que se mira”
Ramón de Campoamor.

domingo, 30 de diciembre de 2012

Percibir para identificar



La única diferencia entre la capacidad de percepción de un adulto y la de un recién nacido es que el primero ya sabe discriminar entre toda la información recibida sensorialmente y clasificarla. Dicha posibilidad existe gracias al proceso de aprendizaje que vivió el individuo, y que adiestró sus capacidades innatas para tal fin.

Ese entrenamiento consiste en “identificar o diferenciar los rasgos del campo visual, lo que constituye más una operación intelectual que estrictamente sensorial”[1]. Pero algo esencial es que este proceso de discriminación conlleva otro fenómeno mental que es la permanencia del objeto; esto es, la certeza de que el objeto en cuestión no deja de existir cuando se encuentra fuera del campo perceptual. Esta evolución sensorio-motriz es vital para la aparición de otro fenómeno más complejo: la representación.

En un inicio, la representación se realiza como imitación diferida, que es una reproducción mental del objeto que no es percibido en ese momento y que ha permanecido fuera de exposición por un período relativamente prolongado. Pero dicho proceso implica la internalización de un significado específico que acompaña al objeto, individuo o conducta percibida.

Por ello es posible entender la representación como:
 

“La imagen mental o recuerdo-imagen, es decir, la evocación simbólica de realidades ausentes. Esta […] constituye prerrequisito para la reproducción física del modelo o símbolo evocado, reproducción que puede ser oral, gestual, escrita, gráfica, etcétera.”[2]

Algunos de los principios más importantes que actualmente se utilizan para la definición y comprensión del funcionamiento de la percepción fueron aportados     -entre otro- por el movimiento Gestalt, que surgió en Alemania a principios del siglo XX.

La aportación esencial de esta psicología fue considerar a la percepción como “el proceso inicial de la actividad mental y no un derivado cerebral de estados sensoriales […] (sino) como un estado subjetivo, a través del cual se realiza una abstracción del mundo externo o de hechos relevantes”[3].

La operación de aprehender el entorno es un proceso de atención, selección y recorte de elementos significativos para el sujeto. Es decir, los sentidos no captan de manera indiscriminada todos los estímulos circundantes, sólo perciben aquello que resulta relevante para la persona. Así, los individuos separan y rescatan la información que les es posible agrupar o relacionar de alguna manera con otros elementos conocidos, ya apropiados.

Entonces, se puede decir que las representaciones mentales son imágenes internas de todo aquello que cada individuo conoce de su entorno, la información que recoge y procesa del mismo. Oviedo explica el fenómeno fisio-psicológico de la siguiente manera:

“La percepción, según la Gestalt, no lleva a cabo el proceso que sigue un científico cuando estudia un fenómeno de su interés, el de encontrar átomos y después integrarlos progresivamente, sino que tiende de la manera más directa e inmediata a atribuirle cualidades que definan el objeto y permitan establecer con claridad su naturaleza y composición”[4].

 Así, es posible comprender la percepción como un proceso que tiende a la agrupación de información, que permite al individuo tomar consciencia del objeto y generar un concepto sobre el mismo, forma en que se aprehende el entorno.
 

[1] Cfr. Guber, Roman. La Mirada opulenta. Exploración de la iconosfera contemporánea. Ed. Gustavo Gili, 3ra edición. 1994. España.  Pág. 17
[2] Op. Cit. Pág. 18
[3] Oviedo, Gilberto L. Ladefinición del concepto de percepción en psicología con base en la teoríaGestalt. Revista de estudios Sociales, nº 18, agosto de 2004. Pág. 89
[4] Op. Cit. Pág. 91

sábado, 14 de abril de 2012

Cómo consumimos redes sociales

El pasado 13 de abril participé en una mesa redonda sobre redes sociales, junto con Daniela Whaley y Olimpia Solp, en Casa de Cultura Comunitaria Teteshka. Les comparto a grandes rasgos lo que platiqué en esa ocación:
 
Para empezar, me gustaría mencionar algunas cifras estadísticas para darnos una idea de lo que implica el uso de las redes sociales en México. La información la extraje de la página de internet de la Asociación Mexicana de Internet.

En primer lugar me gustaría destacar que existen en el país casi 35  millones de usuarios de Internet. De es grupo, el 61% usan las redes sociales. Eso significa que aproximadamente 21 millones de personas consumen información de redes sociales, de los cuales 6 de cada 10 visitan las redes sociales por lo menos una vez al día. En resumen, millones de personas generar o replican textos, fotos o material audiovisual que puede ser visto por sus contactos y por los contactos de sus contactos.
Por ahora la gente suele conectarse básicamente desde sus casas, pero cada vez más se están registrando conexiones desde dispositivos móviles (que hasta el momento son de apenas un 18%).
Entonces me pregunté ¿quiénes se conectan más? Y la respuesta fue abrumadora: 82% de los utilizan una red social tienen entre 18 y 29 años de edad. Otro dato que me pareció relevante fue que el 64% de los usuarios de Twitter son mujeres.
¿Y es raro que sea así? No… Históricamente, son los adolescentes y jóvenes quienes se adaptan más fácilmente a lo nuevo, en este caso la tecnología; son ellos quienes crean sus códigos para diferenciarse de sus antecesores, su estilo propio para hacer y decir. De igual manera, somos las mujeres quienes –por educación o por genética- nos comunicamos más, estamos más abiertas y dispuestas al intercambio, a compartir, a escuchar y difundir la información que nos llega.
Esto me hizo pensar. ¿Estamos realmente ante un cambio social? ¿Ante una transformación radical de la comunicación humana? Creo que no. Estamos ante un nuevo medio que permite la expresión individual (cosa que los clásicos medios de difusión como la televisión y la radio no facilitaban).
Evidentemente, este medio tiene un soporte tecnológico que implica aprender el uso de la herramienta. Esto se le facilita enormemente a quien está familiarizado con esta tecnología (los famosos nativos digitales vs. los migrantes digitales. Y me animaría a agrega a los “dinosaurios digitales” que nacieron sin televisión siquiera y ahora se ven obligados por la necesidad a usar Skype, Messenger, correo electrónico, y cámaras de fotografía digitales y teléfonos celulares).
Hace poco asistí a una conferencia sobre este mismo tema y uno de los ponentes (Renato Guillen, “tuitero” veterano a sus veintitantos)  hizo explícito un punto que, por obvio tal vez, olvidamos enfatizar: las redes sociales existen desde siempre, estas son redes sociales “virtuales” –mediadas-. Y creo que es pertinente mencionar esto y explicarlo un poco.

Desde un punto de vista comunicacional, una persona está en relación con otros -interlocutores potenciales- en diferentes ámbitos: la casa, el trabajo, la escuela, el partido, el sindicato, el club de tejido, etc. Esos espacios conforman redes, porque una persona no se relaciona únicamente con otra, no es una relación lineal, es una relación en red.

No ha cambiado mucho la forma en que nos relacionamos. Aunque ahora tenemos más posibilidades de entrar en contacto con gente que piensa o siente en forma similar aunque esté lejos –en otra época no hubiéramos sabido ni que existía. Y con esto me quiero referir a que sí cambió el modo de percibir el tiempo y las distancias.
 
Cuando algo demora más de 4 segundos pensamos o decimos abiertamente “qué lento está el sistema” y nos parece –mientras no tengamos que recorrerlos- que los km que nos distancian de Japón, Australia o Argentina no son tantos, ya que tenemos información de esos lugares en abundancia y podemos comunicarnos con gente de allá por videollamadas. Pero si pensamos que viajando a más de 700 km por hora se tardan 10 hs o más, entonces ya no parece tan cerca –y después de tantas horas sentado en el avión… ¡menos!
 
Antes sólo podíamos entrar en contacto con la gente que nos rodeaba y conocer por medio de periódicos, enciclopedias y libros, la radio o la televisión. Y esos medios nos hacían llegar información. Pero nuestra opinión, nuestras dudas quedaban restringidas a un ámbito local, a las redes directas e inmediatas. Ahora no.
La gran diferencia es que lo que opinamos ya no queda reducido a un pequeño círculo de personas. Ahora, la genialidad o la estupidez que digamos puede llegar a cientos de personas, o hasta miles, a diferentes lugares del mundo, y en segundos. Eso nos hace partícipes, como antes, de nuestra realidad; pero podemos proyectarla más lejos y a más gente, consiguiendo una mayor repercusión.
Los seres humanos, aunque con más medios a su alcance –y eso sólo aquellos que por motivos socioeconómicos tienen acceso, pero eso es otra discusión- siguen en el mismo dilema: ¿Qué decir? ¿Con qué fin? ¿A quiénes?
¿Tiene algún sentido profundo lo que compartimos en las redes? ¿Sólo compartimos lo primero que pasa por nuestras mentes? ¿Le interesa a los demás saber lo que estamos haciendo? (Me voy a bañar, me estoy haciendo un taco, tengo calor, etc.) ¿Qué buscamos al participar en esas “conversaciones grupales” de cientos a la vez? ¿Lo sabemos o estamos allí sólo por inercia?

Este fenómeno es muy reciente como para poder generar respuestas en este momento. Además, es un espacio de participación, y más allá de las teorías y explicaciones que surjan con el tiempo, creo que lo importante es que nosotros, los internautas, aquellos que participamos en una o varias redes, nos cuestionemos a nosotros y entre nosotros. ¿Para qué estoy en la red y comparto lo que comparto? ¿Con quienes me conecto y por qué? ¿Qué quiero lograr, transmitir o compartir con los otros?
Pareciera que el siglo XXI aventaja al siglo XX en la capacidad de participación de las personas como consumidores, usuarios, ciudadanos, que tienen más medios a su alcance para expresar su opinión. En el siglo pasado, las quejas de nuestros padres y abuelos sólo las oíamos nosotros y el vecino, y allí quedaba. Se vivía con cierta impotencia ante las decisiones del poder (el gobierno, la empresa, los directivos del partido o el sindicato, los padres, etc.).
Ahora las redes en particular e internet en general permiten una mayor expresión de nuestras ideas. ¿Tenemos algo que decir?

 








El poder de las redes sociales: